No sé si me pesan más las punzadas en el pecho o la rabia en los puños. Lo que sí sé es que vaya donde vaya estás tú; en cada calle, en cada edificio, en cada puta canción que ponen en la radio, en cada conversación, en cada día, en cada santo día de Semana Santa. Miércoles, Jueves y Viernes. Cada uno tiene todavía tu color. Fuiste tú quien dejó una huella en cada sitio. Quien paseó por cada surco de mi cerebro llenándolo del olor de tu colonia. Y del escozor de su alcohol. Y ahora no puedo sacarlo. Y tampoco puedo rascarme, lo que es una soberana putada.
Y es que a veces te mataría y otras, en cambio, te quiero comer. Y son las veces en las que recuerdo que te mataría las que me obligan a callarme y esperar. Esperar a que pase o no algo. Un deus ex machina que se lleve tu olor y mis ganas. Las dos.