Estuve a punto de reconocer todas las faltas y culpas como mías. Y sólo mías. De decirte que aunque tú no lo sepas, o no te lo creas o lo que sea, soy yo quien interfiere en un desarrollo normal, lógico y sano de las cosas. Que podías echarme la culpa, que la tengo.
Y estaba convencida de ello.
Sólo que yo a veces también pienso. Y también, aunque tarde, me fijo en las cosas que están pasando. O que no están pasando, vaya.
Que no se te ocurra ir a lloriquear al primer teclado que te encuentres.
Que no soy quien tiene la culpa.
Ni soy yo quien se ha pirado.