No sé hasta qué punto te haría daño que yo expusiese aquí lo que siento de la manera más bolleril y melodramática posible, que es lo que me apetece.
No sé cuál es el límite entre lo que yo considero desahogarme y torturarme y lo que tú puedas considerar victimismo.
No sé cómo decirte lo quiero con la certeza absoluta por tu parte de que no te estoy presionando.
No lo sé.
No sé nada.
Y como de lo que no se sabe no se habla, yo me callo.