Voy a cámara lenta. Absolutamente relajada. Veo, a cámara rápida, a mis compañeros correteando de un lado a otro. Abriendo y cerrando puertas, marcando el ritmo de Purcell, Puccini, Offenbach e Incubus que suenan en mi cabeza. Como una Ally McBeal cualquiera. Mi jefe me invita a un capuccino extradulce con chocolate. Meto el dedo índice en la espuma y me lo llevo a la boca. Noto cómo se deshace y se funde con mi lengua. Cosquillas en las orejas. Fundido en negro y el tiempo se ha detenido. Como una Amelie cualquiera.
Hoy quiero: Seguir con mi iPod mental hasta las 20:00
La canción del día: Drive de incubus. O la Barcarola de Offenbach.