G minus & The Infinite SadnesS

Julieta y Cristobal veían poco al caballero, porque cuando no estaba en alguna batalla, estaba muy ocupado probándose la armadura y admirando su brillo. Con el tiempo, el caballero se enamoró hasta tal punto de su armadura que se la ponía hasta para cenar y, a veces, para dormir. Después de un tiempo ya no se molestaba en quitársela para nada. Poco a poco, su familia fue olvidando qué aspecto tenía sin ella.

Un día, Julieta se enfrentó a su marido.

- Creo que amas a esa armadura más que a mí.
- Eso no es verdad - respondió el caballero -, no te amé lo suficiente como para rescatarte de aquel dragón e instalarte en este elegante castillo de paredes empedradas?
- Lo que tú amabas - dijo Julieta espiando a través de la visera para poder ver sus ojos - era la idea de rescatarme.
- Sí que te amo.
- Pues entonces quítate esa horrible armadura para ver quién eres en realidad! - le exigió.
- No puedo quitármela! Tengo que estar preparado para montar en mi caballo y partir en cualquier dirección!
- Si no te la quitas, cogeré a Cristobal, montaré en mi caballo y me marcharé de tu vida.

De mala gana el caballero intentó quitarse el yelmo, pero no se movió! Tiró con más fuerza, pero estaba muy enganchado. Desesperado, lo intentó una vez más, pero seguía atascado.

El caballero caminó de arriba abajo con gran agitación. Cómo podía haber sucedido esto? Quizá no era tan sorprendente encontrar el yelmo atascado, ya que no se lo había quitado en años. Repentinamente el caballero tuvo una idea; sin decir a dónde iba salió corriendo hacia la tienda del herrero, en el patio del castillo.

- Herrero -dijo el caballero -, tengo un problema.
- Sois un problema, señor - dijo el herrero con su tacto habitual.
- No estoy de humor para tus bromas, estoy atrapado dentro de esta armadura! - vociferó al tiempo que golpeaba el suelo con su pie revestido de acero, dejándolo caer accidentalmente sobre el dedo gordo del pie del herrero.

El herrero dejó escapar un aullido y, olvidando por un momento que eres su señor, le propinó un brutal golpe en el yelmo. El caballero sólo sintió una ligera molestia. El yelmo ni se movió.

- Inténtalo otra vez! - ordenó el caballero
- Con gusto - dijo el herrero balanceando el martillo y dejándolo caer sobre el yelmo. Ni siquiera se abolló. El herrero era, con mucho, el hombre más fuerte del reino. Si él no podía sacar al caballero de su armadura, quién podría?
- Estáis en una situación dificil - dijo el herrero -, volved mañana. Me habéis cogido al final de un día muy duro.

Fue una noche muy dificil. A mitad de la cena el caballero intentó explicarle a Julieta que el herrero había intentado abrir la armadura, pero había fracasado.

- No te creo, bestia ruidosa! - dijo ella mientras estrellaba un plato de estofado en el yelmo.

El caballero no sintió nada. Tampoco había sentido el martillo del herrero aquella tarde. De hecho, ahora que lo pensaba, su armadura a penas le dejaba sentir nada, y la había llevado durante tanto tiempo que había olvidado cómo se sentían las cosas sin ella. El herrero intentó quitársela durante días, pero al final tuvieron que admitir que todos sus esfuerzos fueron en vano. Tenía que quitarse la armadura, pero no sabía cómo. (...)